Entrevista al periodista Andrés Figueroa Cornejo
“El continuismo de la Concertación enfrenta una crisis que podría ser terminal”
Mario Casasús
El Clarín de Chile
El periodista Andrés Figueroa (1970) entrevistó recientemente al historiador Eusebio Leal; antes habíamos leído sus charlas con el economista Hugo Fazio; con el filósofo Néstor Kohan; con el guerrillero Harry Villegas “Pombo”; con el intelectual Heinz Dieterich y con los dirigentes de la Confederación de Sindicatos Bancarios. Ahora toca el turno a Clarín.cl para conversar con Andrés Figueroa Cornejo a propósito de las elecciones municipales, el fiasco de la Concertación y la muerte de Ricardo Claro.
MC.- ¿Cuál es el común denominador entre literatura, el teatro y periodismo?
AF.- De niño tuve todas las pestes del mundo, pasé largas jornadas en la cama y como mi padre es un lector irremediable, no me quedó más alternativa que arrumbar novelas -muchas de la Editorial Quimantú- en el velador y sin más criterio que una cubierta atractiva, darme a la lectura. De la lectura a escribir cuentos y poemas fue casi una mismo instante. El teatro apareció después, en mi adolescencia. Y el teatro ofrece un horizonte plástico, multidimensional, de creación comprometida corporal y emocionalmente apasionante. La producción de personajes y contextos disímiles entrega ductilidad y demanda imaginación. Así aprendes a construir y deconstruir la “maquina divina” -ese artificio del teatro medieval que desmayaba a los espectadores- , y provocar lazos invisibles entre tus compañeros y el público. Por ahí Italo Calvino afirma que sólo se conoce lo que se construye, aquello que uno es capaz de reproducir cognitiva y materialmente.
Y por último, el periodismo es un poco, desde mi modesta perspectiva, un modo de relato literario que, al igual que una obra teatral, debe mantener la atención del público, deleitando, notificando y enseñando, a la vez. De hecho, el antiguo periodismo tenía fronteras precarias entre la producción estética literaria y la centella de realidad recortada discrecionalmente para imprimirla en un texto. Detrás de la literatura, el teatro y el periodismo puesto al servicio de las causas nobles, se oculta la humanidad palpitante, el amor y la muerte. En buenas cuentas, la compasión fraterna y reunida por “el uno entre los otros”; esa certeza radical de luchar contra la soledad, de compartir el ser contemporáneos por única vez y sin escapatoria ante un mundo ya fabricado de injusticias y dolores.
MC.- ¿La militancia política era una forma de llevar a la práctica tus lecturas? Cuéntanos un poco de tu experiencia en el MIR, FPMR y SurDa…
AF.- En parte. La inspiración valórica que otorga la buena literatura puede funcionar como gatillo sensible para determinaciones que cambian la vida para siempre. Lo otro, y más importante, es el contexto histórico concreto en que te toca vivir. Yo amanecí a la política en el último tramo de la dictadura militar, cuando un poderoso ciclo de luchas sociales marcaba toda la realidad de Chile. Y con más pasión que marxismo bien digerido, me sumé como un átomo más a la rebelión que sacudía entonces, especialmente a los jóvenes. Y claro, espanté con dificultades los temores y estiré con fuerzas mis capacidades libertarias para elegir con lo mejor de mi corazón y lo andado por mi cabeza. La imagen entrañable de Miguel Enríquez, su rebeldía señera, fundamental y fundamentada y, por supuesto, su asociación inmediata con el Che, me empujaron concientemente a militar en la juventud del MIR dirigido entonces por Andrés Pascal Allende.
Estaba el tirano, la represión criminal, la realidad odiosa y asfixiante de millones. No vi otra alternativa mejor. Allí me blindé y autoformé en los textos clásicos de la revolución y comprendí más. También había documentales, cintas y libros sobre la fresca revolución nicaragüense que, yo creo, marcaron a fuego a mi generación y a la anterior. Era posible una nueva revolución en América, totalmente necesaria y justa en medio del horror pinochetista. En el MIR conocí personas valiosísimas; brillantes en la conspiración, la acción y por supuesto, intelectualmente. Pero en la última mitad de los 80, el MIR había sido duramente golpeado por el régimen y al mismo tiempo, sufrió una serie de fracturas que a muchos militantes disparó a fracciones sin sentido, debilitando al partido como alternativa. De allí tomé contacto con las Milicias Rodriguistas de una comuna muy pobre de Santiago y continué mi militancia en esa estructura territorial, digamos intermedia, del FPMR autónomo del PC, conducido por el Comandante José Miguel o Raúl Pellegrini.
En el Frente la impronta ética y rectitud en todas las conductas era tan importante como la política. El coraje, valor incondicional y fraternidad entre los “hermanos”, aunque los conocieras debidamente muy poco, fue incomparable. A mi lado lúdico y rebelde, la disciplina de la organización no le hacía entonces mucho sentido, y me costó adecuarme. Lo cierto es que en el Frente la experiencia nicaragüense era paradigmática. Yo jamás estuve en Nicaragua, pero de esa revolución aprendí muchísimo. Cuando madrugaban los 90 se materializó la Juventud Patriótica , el brazo joven y estudiantil del FPMR, y me encontró como estudiante de Literatura en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, donde fui electo presidente del centro de estudiantes desde mi primer año, hasta cuando, debido a un sumario interno provocado por tratar de detener a un académico de la Facultad de Ciencias que sorprendí autorizando por teléfono a las fuerzas especiales de carabineros para que hicieran ingreso al campus universitario, en medio de una de las tantas protestas que realizamos en aquella época. Así fuimos expulsados por un semestre mi amigo comunista y miembro del centro de estudiantes, José Flores y yo. Nunca terminamos esos estudios.
Sólo recuerdo con especial amargura la posición contra los sancionados y los demás compañeros de izquierda que sostuvo el académico de filosofía y ex director del legendario Quilapayún, Eduardo Carrasco ¡Y yo que me sabía sus canciones de memoria y hasta las guitarreaba! Efecto de acontecimientos que desconozco y no termino por entender, el Frente sufrió una fuerte descomposición hacia mediados de los 90. Muchos emigramos. Y como tenía fuertes lazos de amistad, aunque menos convicciones políticas sobre la iniciativa, me sumé de manera irregular a un nuevo empeño denominado SurDa, nombre dado por la revista que publicaban sus fundadores y a la vez estudiantes universitarios. La política de la SurDa se sintetizaba en las nuevas tendencias, entonces, provenientes del movimientismo social y su autonomía, un discurso rotundamente generacional y una fuerte crítica a las izquierdas revolucionarias anteriores. Fue una manera pretenciosamente digna de continuar, aunque fuera a media máquina, mi militancia popular. También allí conocí gente maravillosa. Entre ellas, a mi querido Guillermo Rodríguez, el Ronco, militante histórico del MIR de la UP y luego de la Resistencia antipinochetista. Con el tiempo, muchos de “los viejos” abandonamos esa organización.
MC.- De 1991 a 1994 dirigiste el Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile ¿cómo recuerdas los primeros años “democráticos” de Chile en tu liceo y en la Universidad?
AF.- Durante la dictadura estudié con los jesuitas en el Colegio San Ignacio, donde los curas, en general, tenían auténticas convicciones democráticas y procuraban recrear al interior del Colegio una convivencia y visión totalmente contraria a la tiranía. El cambio a los regímenes civiles me sorprendió estudiando Literatura en la Universidad de Chile. Pese a que ya se olía y vivía un fuerte reflujo de luchas sociales, las organizaciones de inspiración revolucionaria continuaron caminando sin todavía adecuarse al nuevo contexto. La Facultad de Filosofía ubicada en Avenida Grecia fue protagonista durante el gobierno de Patricio Aylwin de permanentes escaramuzas con fuerzas especiales de carabineros sobre todo por temas asociados a las violaciones de derechos humanos bajo el pinochetismo y a demandas económicas. Al interior de la universidad juntamos fuerzas y creamos, entre varios empeños, el Movimiento de Estudiantes por la Reforma. Hicimos la primera toma del Ministerio de Educación en “democracia” en 1992 y la primera ocupación de la Casa Central de la Universidad de Chile, y mediante movilizaciones, paros y tomas, logramos gran parte de la democratización y pluralismo en los currículos, donde aún se mantenían con cargos de importancia, agentes del pinochetismo, nazis desembozados y fascistas de toda laya. Sufrimos amenazas, persecuciones, amedrentamientos, pero logramos el reintegro a la universidad de muchos académicos vueltos del exilio. Entonces el aire estaba enrarecido.
Los movimientos de tropas de Pinochet ante el escándalo de los “pinocheques” o la apertura de casos emblemáticos de ejecutados políticos y detenidos desaparecidos, junto al reflujo estructural del movimiento popular, gatillaron el miedo y paz social convenientes para la publicitada “transición a la democracia”, y la consagración del pacto burgués entre la Concertación y la derecha dura, promovida por el imperialismo. Entonces la gente se mantenía esperanzada con la nueva “democracia”. Pero en la realidad, el primer programa político de la Concertación y el más “progresista” hasta hoy, jamás se cumplió. La mayoría nacional que votó por el NO a Pinochet y luego por el DC Patricio Aylwin nunca imaginó que los políticos retornados y sustantivamente renovados de los tiempos de la UP iban a profundizar las transformaciones neoliberales impuestas durante la dictadura. Podíamos reunirnos sin ser detenidos ni correr riesgo de vida. Tuvimos a Silvio Rodríguez a Estadio Nacional repleto, el regreso esperado de Inti Illimani y el cambio de algunos rostros de la televisión muy ligados al régimen militar, y ya. Eso fue “la zanahoria”.
Por el lado del “garrote”, el continuismo concertacionista aumentó más las desigualdades sociales y la concentración del capital; abrió la economía chilena a los inversionistas y la especulación financiera a través de tratados comerciales asimétricos; fomentó sin éxito la participación aparente de la gente; desarticuló lo que quedaba de movimiento popular; domesticó la CUT; y convirtió en burócratas bien pagados a muchos ex militantes de mi generación y la anterior. Tampoco provocó ningún relevo significativo de la clase política: eran los mismos de los 70 los que administraban el Estado. En buenas cuentas, la Concertación hizo bien el trabajo de despolitización y desarme ideológico necesarios de los trabajadores y el pueblo para la reproducción del capitalismo neoliberal. Chile quedó de derecha en lo económico, aparentemente de centro en lo político, y vagamente progresista en lo cultural. Como dice Gramsci, la Concertación “se metió al bolsillo” a muchísimos jóvenes rebeldes de los 80 y desnaturalizó completamente la oportunidad de establecer una democracia avanzada en sus aspectos centrales.
MC.- A 20 años del No ¿por qué el desencanto de los pingüinos ante la “Alegría que ya casi viene”?
AF.- Porque la Concertación jamás ha resuelto los grandes problemas que afectan al país históricamente. Los pingüinos de 2006 son los “hijos” generacionales de la Concertación. Para ellos, afortunadamente, la dictadura es relato antiguo, y no tienen miedo. La educación pública no ha hecho más que profundizar la sociedad de clases, casi estamental, en el país. Su deterioro en todas sus dimensiones es catastrófico. El gobierno ha realizado innumerables experimentos para repararla, tratando siempre de soslayar lo más relevante: las condiciones económico-culturales de la mayoría pobre del país. Ha invertido el doble de recursos que los que asignaba la dictadura al sector, pero así y todo, resulta insuficiente. La Jornada Escolar Completa es un fracaso probado. Paulatinamente han desaparecido la filosofía y los idiomas -salvo el inglés- del currículo. Los gobiernos post dictadura sólo han invertido en cobertura escolar para proletarizar a la marginalidad juvenil y volverla funcional a los requerimientos del capital. Y como la educación pública sólo produce trabajadores pobres mínimamente cualificados, los “pingüinos” se volcaron a las calles en rebelión.
Muchos trabajadores durante la revuelta miraban con vergüenza la lucha estudiantil, mientras ellos ante las injusticias de toda laya existentes, no habían movido un dedo por la defensa de sus derechos básicos. La rebelión pingüina fue una sorpresa imprevista, un grito renovado de fuerzas esperanzadoras. Esa generación, que es escolar y trabajador joven, es la que tiene que tomar las riendas de la historia para bien de los intereses de las grandes mayorías. La misma generación que ya no se inscribió en los registros electorales, que mira con desprecio a los partidos políticos tradicionales, que cree en la democracia radical y pone el cuerpo en la pelea dura. Como mi generación en su tiempo, hoy los jóvenes deben asumir con calor y responsabilidad, con sus modos nuevos, las tareas estratégicas de la rebeldía y el protagonismo de las transformaciones necesarias. Nosotros, los demás, debemos ponernos al servicio de sus movimientos, y aportar en lo que ellos requieran, con modestia y generosidad.
MC.- He leído varias entrevistas de tu autoría con integrantes de la Confederación de Sindicatos Bancarios de Chile ¿cuál es la principal preocupación de los trabajadores del sistema financiero ante la crisis mundial?
AF.- Su estabilidad laboral, sus salarios, las condiciones de trabajos brutales a las que están sometidos. Los trabajadores bancarios no son distintos al resto de los asalariados. Detrás de la corbata y los zapatos bien lustrados, hay hombres y mujeres sobre-endeudados, apremiados económicamente, con problemas de salud mental por las exigencias patronales y la competitividad del sector. Pero el hecho de que laboren en el corazón simbólico y sintético del capitalismo, la banca, también los vuelve más concientes y luchadores. Son altamente organizados. Sus dirigentes andan con la ética por delante. Ahora mismo planean una amplia escuela de formación de cuadros sindicales. Y las mujeres bancarias tienen convicciones poderosas.
El tipo de patronal que enfrentan los trabajadores bancarios es especialmente agresiva y tecnocratizada. Sus negociaciones demandan alta preparación de los dirigentes. Y cuando no hay acuerdo, la huelga se hace realidad sin dudas. Naturalmente, como en todas las áreas económicas, hay problemas de dirigentes tránsfugas y que hacen la pega del empresario entre los trabajadores. Pero es una minoría que se detecta de inmediato. Yo diría que uno de sus principales atributos es que la Confederación Bancaria es la única organización multisindical del sector, y que se define con independencia política respecto de los intereses patronales y de los gobiernos de turno. Y eso me hace abrigar grandes expectativas en luchas futuras asociadas, por ejemplo, a la negociación por rama, que no existe en Chile.
MC.- ¿Es viable la Refundación Sindical chilena? ¿cómo se propondría y llevaría a cabo?
AF.- Las direcciones de las 3 centrales sindicales del país son extensiones de la Concertación. Su papel es amortiguar la lucha de los trabajadores para mantener la “paz social” para bien del empresariado. Existe mucha corrupción, pereza, antidemocracia, negligencia y cooptación patronal y gubernamental por arriba. Salvo excepciones notables, la CUT, que es la central más importante del país, es absolutamente funcional a los dueños del país. Por eso surge la necesidad imperiosa de la Refundación Sindical sobre los valores insobornables de los padres del sindicalismo chileno, Luis Emilio Recabarren y Clotario Blest: independencia política de los intereses de los trabajadores, ética incondicional, convicción de unidad, de lucha y de mayorías. Y eso se construye paso a paso y de acuerdo a los modos y ritmos que impone la propia lucha de clases.
Por ejemplo, ya existe una iniciativa en curso de crear un Frente por la Defensa de los Ahorros Previsionales, que ha logrado reunir a dirigentes sindicales de varias áreas económicas, con distintas visiones político-ideológicas, pero todos apuntando a luchar por los intereses de la clase mayoritaria. Y allí encuentras dirigentes que están en la CUT, y dirigentes fuertemente críticos a la conducción de la CUT. Los objetivos son claros y la composición será mestiza. El mismo tránsito de la crisis económica en Chile está dejando a las burocracias sindicales fuera de foco, inútiles. Y es claro que muchos dirigentes que hoy aparecen junto a Bachelet y el ministro de Hacienda por televisión, en el futuro, serán en el mejor de los casos, un mal recuerdo para los trabajadores organizados.
MC.- ¿Qué lectura política haces del discurso de hoy día de Bachelet en la CUT?
AF.- Bachelet fue la candidata de Ricardo Lagos. Más allá de su condición de género, representa los mismos intereses del bloque en el poder, los intereses del gran capital. Su gobierno será mal recordado por un Transantiago ineficaz y en la ruina, las pérdidas millonarias de los ahorros previsionales administrados por las AFP’s, y la represión contra el pueblo mapuche y cualquier atisbo de movilización social. Y pare de contar. Pagará el continuismo neoliberal y los primeros brotes de la crisis mundial en Chile con el mal recuerdo popular y, tal vez, quedará como la facilitadora del fin de los gobiernos de la Concertación y el arribo de la derecha histórica a La Moneda.
MC.- ¿Qué aprendizaje te dejó el periodismo radiofónico y la prensa online?
AF.- La radio es electrizante, veloz, inmediata, dialógica, proactiva. Te enseña a sintetizar rápidamente y construir maneras de sostener la atención de los auditores. Mi pasión por la radio me ha llevado a que desde la primera semana de noviembre comience un programa sobre literatura y psicología junto al poeta nacional Eduardo Llanos que se transmitirá por Radio Universidad de Chile, uno de los últimos refugios mediáticos inteligentes, reflexivos y plurales que hay en el país. Por su parte, la prensa online es la gran posibilidad para aportar a la construcción de la hegemonía de los de abajo. El empeño de tantos compañeros y compañeras invisibles que han levantado páginas en todas partes del mundo que favorecen a las grandes mayorías, a los trabajadores y el pueblo, es un arma política de alcances insospechados. Y es un recurso que hay que bien saber utilizar, con responsabilidad, con ética, con democracia a toda prueba. Internet posibilita hoy el intercambio en tiempo real, por ejemplo, del debate de la izquierda, de sus avances, derrotas y aprendizajes. Y cada vez más gente se informa a través de Internet en vez que por los medios tradicionales. Es un plus que los empeños anticapitalistas mundiales deben refinar, dotar de superior calidad, procurando llegar a públicos mayores. Y en la actualidad, es el único medio que permite, por ejemplo, este tipo de entrevistas, totalmente prohibidas o distorsionadas por los medios tradicionales.
MC.- El 24 de octubre comenzaron publicar el semanario Marcha de Chile ¿cómo piensan sobrevivir ante la cerrazón y fobia del gobierno contra los medios informativos independientes?
AF.- Marcha es una iniciativa de un conjunto de periodistas provenientes de El Siglo en Huelga, más otros colegas que comparten ideas emancipadoras y observan la necesidad de poner en los kioscos miradas alternativas a las dominantes. Tú sabes que en Chile, la libertad de expresión está ultralimitada por el avisaje comercial y el castigo ideológico de los que mandan. La historia de la prensa independiente luego de Pinochet ha tenido varios intentos y corta vida. Marcha ya es una cooperativa constituida legalmente. Los periodistas de este lado de la vida estamos siempre dispuestos a trabajar con dignidad, entrega y dedicación, sin esperar importantes retribuciones económicas. No haremos periodismo de trinchera; se privilegiará el periodismo de investigación, de explicación y opinión. Nos cruzaremos con los temas más acuciantes para los chilenos. Combinaremos la política, con la cultura, la economía, temas de salud mental, temas emergentes y humor desde una perspectiva contenedora de las múltiples iniciativas de los trabajadores y el pueblo. Hacer un periodismo valiente y amigable. Y pensamos en publicidad distante de las grandes empresas, lejos del peligro de la editorialización a cambio de plata. Las suscripciones también son una importante vía de ventas. Estamos dispuestos a la aventura y confiamos en la alta frecuencia del periódico.
MC.- Finalmente, sin ánimo de ofender ¿eres pariente de Juan Agustín Figueroa? ¿por qué su socio Ricardo Claro prefería la reelección de la Concertación?
AF.- ¡No me confundas con ese Figueroa! Juan Agustín Figueroa y Ricardo Claro, como dueños de la Fundación Neruda expresaban de manera inmejorable el estado de cosas en Chile. Nadie habría imaginado que el legado del poeta mayor de Iberoamérica cuya producción está fabricada de profunda materia popular y de su compromiso inclaudicable con los desheredados del país, su papel en la Guerra Civil española, etcétera; hoy esté en manos de un par de empresarios inescrupulosos. Tengo la certeza de que Figueroa y Claro están a años luz de los ideales que motivaron existencial e ideológicamente a Neruda y dudo seriamente que entiendan su obra. Los dueños de Chile vuelven mercancía y apropiación privada hasta las reservas más sensibles del pueblo.
Por otra parte, el estratega de la patronal, Ricardo Claro, naturalmente prefería a Lagos Escobar en la presidencia que a la derecha dura porque, teóricamente, Lagos garantiza la paz social y el consenso aparente en una sociedad de clases de intereses antagónicos y cuyo pueblo, producto de la crisis mundial, comenzará a jugar roles más protagónicos en el futuro inmediato. Lagos representa la ilusión de la democracia; pero probada y materialmente sólo interpreta mejor coyunturalmente los intereses de los grandes inversionistas y la clase propietaria. Ahora, después de los resultados de las municipales, sin embargo, las posibilidades del continuismo concertacionista enfrentan una crisis que podría ser terminal. Lamentablemente, la recomposición de las fuerzas de los trabajadores y el pueblo recién madruga y es altamente probable que la derecha histórica obtenga el Ejecutivo el 2009.
“El continuismo de la Concertación enfrenta una crisis que podría ser terminal”
Mario Casasús
El Clarín de Chile
El periodista Andrés Figueroa (1970) entrevistó recientemente al historiador Eusebio Leal; antes habíamos leído sus charlas con el economista Hugo Fazio; con el filósofo Néstor Kohan; con el guerrillero Harry Villegas “Pombo”; con el intelectual Heinz Dieterich y con los dirigentes de la Confederación de Sindicatos Bancarios. Ahora toca el turno a Clarín.cl para conversar con Andrés Figueroa Cornejo a propósito de las elecciones municipales, el fiasco de la Concertación y la muerte de Ricardo Claro.
MC.- ¿Cuál es el común denominador entre literatura, el teatro y periodismo?
AF.- De niño tuve todas las pestes del mundo, pasé largas jornadas en la cama y como mi padre es un lector irremediable, no me quedó más alternativa que arrumbar novelas -muchas de la Editorial Quimantú- en el velador y sin más criterio que una cubierta atractiva, darme a la lectura. De la lectura a escribir cuentos y poemas fue casi una mismo instante. El teatro apareció después, en mi adolescencia. Y el teatro ofrece un horizonte plástico, multidimensional, de creación comprometida corporal y emocionalmente apasionante. La producción de personajes y contextos disímiles entrega ductilidad y demanda imaginación. Así aprendes a construir y deconstruir la “maquina divina” -ese artificio del teatro medieval que desmayaba a los espectadores- , y provocar lazos invisibles entre tus compañeros y el público. Por ahí Italo Calvino afirma que sólo se conoce lo que se construye, aquello que uno es capaz de reproducir cognitiva y materialmente.
Y por último, el periodismo es un poco, desde mi modesta perspectiva, un modo de relato literario que, al igual que una obra teatral, debe mantener la atención del público, deleitando, notificando y enseñando, a la vez. De hecho, el antiguo periodismo tenía fronteras precarias entre la producción estética literaria y la centella de realidad recortada discrecionalmente para imprimirla en un texto. Detrás de la literatura, el teatro y el periodismo puesto al servicio de las causas nobles, se oculta la humanidad palpitante, el amor y la muerte. En buenas cuentas, la compasión fraterna y reunida por “el uno entre los otros”; esa certeza radical de luchar contra la soledad, de compartir el ser contemporáneos por única vez y sin escapatoria ante un mundo ya fabricado de injusticias y dolores.
MC.- ¿La militancia política era una forma de llevar a la práctica tus lecturas? Cuéntanos un poco de tu experiencia en el MIR, FPMR y SurDa…
AF.- En parte. La inspiración valórica que otorga la buena literatura puede funcionar como gatillo sensible para determinaciones que cambian la vida para siempre. Lo otro, y más importante, es el contexto histórico concreto en que te toca vivir. Yo amanecí a la política en el último tramo de la dictadura militar, cuando un poderoso ciclo de luchas sociales marcaba toda la realidad de Chile. Y con más pasión que marxismo bien digerido, me sumé como un átomo más a la rebelión que sacudía entonces, especialmente a los jóvenes. Y claro, espanté con dificultades los temores y estiré con fuerzas mis capacidades libertarias para elegir con lo mejor de mi corazón y lo andado por mi cabeza. La imagen entrañable de Miguel Enríquez, su rebeldía señera, fundamental y fundamentada y, por supuesto, su asociación inmediata con el Che, me empujaron concientemente a militar en la juventud del MIR dirigido entonces por Andrés Pascal Allende.
Estaba el tirano, la represión criminal, la realidad odiosa y asfixiante de millones. No vi otra alternativa mejor. Allí me blindé y autoformé en los textos clásicos de la revolución y comprendí más. También había documentales, cintas y libros sobre la fresca revolución nicaragüense que, yo creo, marcaron a fuego a mi generación y a la anterior. Era posible una nueva revolución en América, totalmente necesaria y justa en medio del horror pinochetista. En el MIR conocí personas valiosísimas; brillantes en la conspiración, la acción y por supuesto, intelectualmente. Pero en la última mitad de los 80, el MIR había sido duramente golpeado por el régimen y al mismo tiempo, sufrió una serie de fracturas que a muchos militantes disparó a fracciones sin sentido, debilitando al partido como alternativa. De allí tomé contacto con las Milicias Rodriguistas de una comuna muy pobre de Santiago y continué mi militancia en esa estructura territorial, digamos intermedia, del FPMR autónomo del PC, conducido por el Comandante José Miguel o Raúl Pellegrini.
En el Frente la impronta ética y rectitud en todas las conductas era tan importante como la política. El coraje, valor incondicional y fraternidad entre los “hermanos”, aunque los conocieras debidamente muy poco, fue incomparable. A mi lado lúdico y rebelde, la disciplina de la organización no le hacía entonces mucho sentido, y me costó adecuarme. Lo cierto es que en el Frente la experiencia nicaragüense era paradigmática. Yo jamás estuve en Nicaragua, pero de esa revolución aprendí muchísimo. Cuando madrugaban los 90 se materializó la Juventud Patriótica , el brazo joven y estudiantil del FPMR, y me encontró como estudiante de Literatura en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, donde fui electo presidente del centro de estudiantes desde mi primer año, hasta cuando, debido a un sumario interno provocado por tratar de detener a un académico de la Facultad de Ciencias que sorprendí autorizando por teléfono a las fuerzas especiales de carabineros para que hicieran ingreso al campus universitario, en medio de una de las tantas protestas que realizamos en aquella época. Así fuimos expulsados por un semestre mi amigo comunista y miembro del centro de estudiantes, José Flores y yo. Nunca terminamos esos estudios.
Sólo recuerdo con especial amargura la posición contra los sancionados y los demás compañeros de izquierda que sostuvo el académico de filosofía y ex director del legendario Quilapayún, Eduardo Carrasco ¡Y yo que me sabía sus canciones de memoria y hasta las guitarreaba! Efecto de acontecimientos que desconozco y no termino por entender, el Frente sufrió una fuerte descomposición hacia mediados de los 90. Muchos emigramos. Y como tenía fuertes lazos de amistad, aunque menos convicciones políticas sobre la iniciativa, me sumé de manera irregular a un nuevo empeño denominado SurDa, nombre dado por la revista que publicaban sus fundadores y a la vez estudiantes universitarios. La política de la SurDa se sintetizaba en las nuevas tendencias, entonces, provenientes del movimientismo social y su autonomía, un discurso rotundamente generacional y una fuerte crítica a las izquierdas revolucionarias anteriores. Fue una manera pretenciosamente digna de continuar, aunque fuera a media máquina, mi militancia popular. También allí conocí gente maravillosa. Entre ellas, a mi querido Guillermo Rodríguez, el Ronco, militante histórico del MIR de la UP y luego de la Resistencia antipinochetista. Con el tiempo, muchos de “los viejos” abandonamos esa organización.
MC.- De 1991 a 1994 dirigiste el Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile ¿cómo recuerdas los primeros años “democráticos” de Chile en tu liceo y en la Universidad?
AF.- Durante la dictadura estudié con los jesuitas en el Colegio San Ignacio, donde los curas, en general, tenían auténticas convicciones democráticas y procuraban recrear al interior del Colegio una convivencia y visión totalmente contraria a la tiranía. El cambio a los regímenes civiles me sorprendió estudiando Literatura en la Universidad de Chile. Pese a que ya se olía y vivía un fuerte reflujo de luchas sociales, las organizaciones de inspiración revolucionaria continuaron caminando sin todavía adecuarse al nuevo contexto. La Facultad de Filosofía ubicada en Avenida Grecia fue protagonista durante el gobierno de Patricio Aylwin de permanentes escaramuzas con fuerzas especiales de carabineros sobre todo por temas asociados a las violaciones de derechos humanos bajo el pinochetismo y a demandas económicas. Al interior de la universidad juntamos fuerzas y creamos, entre varios empeños, el Movimiento de Estudiantes por la Reforma. Hicimos la primera toma del Ministerio de Educación en “democracia” en 1992 y la primera ocupación de la Casa Central de la Universidad de Chile, y mediante movilizaciones, paros y tomas, logramos gran parte de la democratización y pluralismo en los currículos, donde aún se mantenían con cargos de importancia, agentes del pinochetismo, nazis desembozados y fascistas de toda laya. Sufrimos amenazas, persecuciones, amedrentamientos, pero logramos el reintegro a la universidad de muchos académicos vueltos del exilio. Entonces el aire estaba enrarecido.
Los movimientos de tropas de Pinochet ante el escándalo de los “pinocheques” o la apertura de casos emblemáticos de ejecutados políticos y detenidos desaparecidos, junto al reflujo estructural del movimiento popular, gatillaron el miedo y paz social convenientes para la publicitada “transición a la democracia”, y la consagración del pacto burgués entre la Concertación y la derecha dura, promovida por el imperialismo. Entonces la gente se mantenía esperanzada con la nueva “democracia”. Pero en la realidad, el primer programa político de la Concertación y el más “progresista” hasta hoy, jamás se cumplió. La mayoría nacional que votó por el NO a Pinochet y luego por el DC Patricio Aylwin nunca imaginó que los políticos retornados y sustantivamente renovados de los tiempos de la UP iban a profundizar las transformaciones neoliberales impuestas durante la dictadura. Podíamos reunirnos sin ser detenidos ni correr riesgo de vida. Tuvimos a Silvio Rodríguez a Estadio Nacional repleto, el regreso esperado de Inti Illimani y el cambio de algunos rostros de la televisión muy ligados al régimen militar, y ya. Eso fue “la zanahoria”.
Por el lado del “garrote”, el continuismo concertacionista aumentó más las desigualdades sociales y la concentración del capital; abrió la economía chilena a los inversionistas y la especulación financiera a través de tratados comerciales asimétricos; fomentó sin éxito la participación aparente de la gente; desarticuló lo que quedaba de movimiento popular; domesticó la CUT; y convirtió en burócratas bien pagados a muchos ex militantes de mi generación y la anterior. Tampoco provocó ningún relevo significativo de la clase política: eran los mismos de los 70 los que administraban el Estado. En buenas cuentas, la Concertación hizo bien el trabajo de despolitización y desarme ideológico necesarios de los trabajadores y el pueblo para la reproducción del capitalismo neoliberal. Chile quedó de derecha en lo económico, aparentemente de centro en lo político, y vagamente progresista en lo cultural. Como dice Gramsci, la Concertación “se metió al bolsillo” a muchísimos jóvenes rebeldes de los 80 y desnaturalizó completamente la oportunidad de establecer una democracia avanzada en sus aspectos centrales.
MC.- A 20 años del No ¿por qué el desencanto de los pingüinos ante la “Alegría que ya casi viene”?
AF.- Porque la Concertación jamás ha resuelto los grandes problemas que afectan al país históricamente. Los pingüinos de 2006 son los “hijos” generacionales de la Concertación. Para ellos, afortunadamente, la dictadura es relato antiguo, y no tienen miedo. La educación pública no ha hecho más que profundizar la sociedad de clases, casi estamental, en el país. Su deterioro en todas sus dimensiones es catastrófico. El gobierno ha realizado innumerables experimentos para repararla, tratando siempre de soslayar lo más relevante: las condiciones económico-culturales de la mayoría pobre del país. Ha invertido el doble de recursos que los que asignaba la dictadura al sector, pero así y todo, resulta insuficiente. La Jornada Escolar Completa es un fracaso probado. Paulatinamente han desaparecido la filosofía y los idiomas -salvo el inglés- del currículo. Los gobiernos post dictadura sólo han invertido en cobertura escolar para proletarizar a la marginalidad juvenil y volverla funcional a los requerimientos del capital. Y como la educación pública sólo produce trabajadores pobres mínimamente cualificados, los “pingüinos” se volcaron a las calles en rebelión.
Muchos trabajadores durante la revuelta miraban con vergüenza la lucha estudiantil, mientras ellos ante las injusticias de toda laya existentes, no habían movido un dedo por la defensa de sus derechos básicos. La rebelión pingüina fue una sorpresa imprevista, un grito renovado de fuerzas esperanzadoras. Esa generación, que es escolar y trabajador joven, es la que tiene que tomar las riendas de la historia para bien de los intereses de las grandes mayorías. La misma generación que ya no se inscribió en los registros electorales, que mira con desprecio a los partidos políticos tradicionales, que cree en la democracia radical y pone el cuerpo en la pelea dura. Como mi generación en su tiempo, hoy los jóvenes deben asumir con calor y responsabilidad, con sus modos nuevos, las tareas estratégicas de la rebeldía y el protagonismo de las transformaciones necesarias. Nosotros, los demás, debemos ponernos al servicio de sus movimientos, y aportar en lo que ellos requieran, con modestia y generosidad.
MC.- He leído varias entrevistas de tu autoría con integrantes de la Confederación de Sindicatos Bancarios de Chile ¿cuál es la principal preocupación de los trabajadores del sistema financiero ante la crisis mundial?
AF.- Su estabilidad laboral, sus salarios, las condiciones de trabajos brutales a las que están sometidos. Los trabajadores bancarios no son distintos al resto de los asalariados. Detrás de la corbata y los zapatos bien lustrados, hay hombres y mujeres sobre-endeudados, apremiados económicamente, con problemas de salud mental por las exigencias patronales y la competitividad del sector. Pero el hecho de que laboren en el corazón simbólico y sintético del capitalismo, la banca, también los vuelve más concientes y luchadores. Son altamente organizados. Sus dirigentes andan con la ética por delante. Ahora mismo planean una amplia escuela de formación de cuadros sindicales. Y las mujeres bancarias tienen convicciones poderosas.
El tipo de patronal que enfrentan los trabajadores bancarios es especialmente agresiva y tecnocratizada. Sus negociaciones demandan alta preparación de los dirigentes. Y cuando no hay acuerdo, la huelga se hace realidad sin dudas. Naturalmente, como en todas las áreas económicas, hay problemas de dirigentes tránsfugas y que hacen la pega del empresario entre los trabajadores. Pero es una minoría que se detecta de inmediato. Yo diría que uno de sus principales atributos es que la Confederación Bancaria es la única organización multisindical del sector, y que se define con independencia política respecto de los intereses patronales y de los gobiernos de turno. Y eso me hace abrigar grandes expectativas en luchas futuras asociadas, por ejemplo, a la negociación por rama, que no existe en Chile.
MC.- ¿Es viable la Refundación Sindical chilena? ¿cómo se propondría y llevaría a cabo?
AF.- Las direcciones de las 3 centrales sindicales del país son extensiones de la Concertación. Su papel es amortiguar la lucha de los trabajadores para mantener la “paz social” para bien del empresariado. Existe mucha corrupción, pereza, antidemocracia, negligencia y cooptación patronal y gubernamental por arriba. Salvo excepciones notables, la CUT, que es la central más importante del país, es absolutamente funcional a los dueños del país. Por eso surge la necesidad imperiosa de la Refundación Sindical sobre los valores insobornables de los padres del sindicalismo chileno, Luis Emilio Recabarren y Clotario Blest: independencia política de los intereses de los trabajadores, ética incondicional, convicción de unidad, de lucha y de mayorías. Y eso se construye paso a paso y de acuerdo a los modos y ritmos que impone la propia lucha de clases.
Por ejemplo, ya existe una iniciativa en curso de crear un Frente por la Defensa de los Ahorros Previsionales, que ha logrado reunir a dirigentes sindicales de varias áreas económicas, con distintas visiones político-ideológicas, pero todos apuntando a luchar por los intereses de la clase mayoritaria. Y allí encuentras dirigentes que están en la CUT, y dirigentes fuertemente críticos a la conducción de la CUT. Los objetivos son claros y la composición será mestiza. El mismo tránsito de la crisis económica en Chile está dejando a las burocracias sindicales fuera de foco, inútiles. Y es claro que muchos dirigentes que hoy aparecen junto a Bachelet y el ministro de Hacienda por televisión, en el futuro, serán en el mejor de los casos, un mal recuerdo para los trabajadores organizados.
MC.- ¿Qué lectura política haces del discurso de hoy día de Bachelet en la CUT?
AF.- Bachelet fue la candidata de Ricardo Lagos. Más allá de su condición de género, representa los mismos intereses del bloque en el poder, los intereses del gran capital. Su gobierno será mal recordado por un Transantiago ineficaz y en la ruina, las pérdidas millonarias de los ahorros previsionales administrados por las AFP’s, y la represión contra el pueblo mapuche y cualquier atisbo de movilización social. Y pare de contar. Pagará el continuismo neoliberal y los primeros brotes de la crisis mundial en Chile con el mal recuerdo popular y, tal vez, quedará como la facilitadora del fin de los gobiernos de la Concertación y el arribo de la derecha histórica a La Moneda.
MC.- ¿Qué aprendizaje te dejó el periodismo radiofónico y la prensa online?
AF.- La radio es electrizante, veloz, inmediata, dialógica, proactiva. Te enseña a sintetizar rápidamente y construir maneras de sostener la atención de los auditores. Mi pasión por la radio me ha llevado a que desde la primera semana de noviembre comience un programa sobre literatura y psicología junto al poeta nacional Eduardo Llanos que se transmitirá por Radio Universidad de Chile, uno de los últimos refugios mediáticos inteligentes, reflexivos y plurales que hay en el país. Por su parte, la prensa online es la gran posibilidad para aportar a la construcción de la hegemonía de los de abajo. El empeño de tantos compañeros y compañeras invisibles que han levantado páginas en todas partes del mundo que favorecen a las grandes mayorías, a los trabajadores y el pueblo, es un arma política de alcances insospechados. Y es un recurso que hay que bien saber utilizar, con responsabilidad, con ética, con democracia a toda prueba. Internet posibilita hoy el intercambio en tiempo real, por ejemplo, del debate de la izquierda, de sus avances, derrotas y aprendizajes. Y cada vez más gente se informa a través de Internet en vez que por los medios tradicionales. Es un plus que los empeños anticapitalistas mundiales deben refinar, dotar de superior calidad, procurando llegar a públicos mayores. Y en la actualidad, es el único medio que permite, por ejemplo, este tipo de entrevistas, totalmente prohibidas o distorsionadas por los medios tradicionales.
MC.- El 24 de octubre comenzaron publicar el semanario Marcha de Chile ¿cómo piensan sobrevivir ante la cerrazón y fobia del gobierno contra los medios informativos independientes?
AF.- Marcha es una iniciativa de un conjunto de periodistas provenientes de El Siglo en Huelga, más otros colegas que comparten ideas emancipadoras y observan la necesidad de poner en los kioscos miradas alternativas a las dominantes. Tú sabes que en Chile, la libertad de expresión está ultralimitada por el avisaje comercial y el castigo ideológico de los que mandan. La historia de la prensa independiente luego de Pinochet ha tenido varios intentos y corta vida. Marcha ya es una cooperativa constituida legalmente. Los periodistas de este lado de la vida estamos siempre dispuestos a trabajar con dignidad, entrega y dedicación, sin esperar importantes retribuciones económicas. No haremos periodismo de trinchera; se privilegiará el periodismo de investigación, de explicación y opinión. Nos cruzaremos con los temas más acuciantes para los chilenos. Combinaremos la política, con la cultura, la economía, temas de salud mental, temas emergentes y humor desde una perspectiva contenedora de las múltiples iniciativas de los trabajadores y el pueblo. Hacer un periodismo valiente y amigable. Y pensamos en publicidad distante de las grandes empresas, lejos del peligro de la editorialización a cambio de plata. Las suscripciones también son una importante vía de ventas. Estamos dispuestos a la aventura y confiamos en la alta frecuencia del periódico.
MC.- Finalmente, sin ánimo de ofender ¿eres pariente de Juan Agustín Figueroa? ¿por qué su socio Ricardo Claro prefería la reelección de la Concertación?
AF.- ¡No me confundas con ese Figueroa! Juan Agustín Figueroa y Ricardo Claro, como dueños de la Fundación Neruda expresaban de manera inmejorable el estado de cosas en Chile. Nadie habría imaginado que el legado del poeta mayor de Iberoamérica cuya producción está fabricada de profunda materia popular y de su compromiso inclaudicable con los desheredados del país, su papel en la Guerra Civil española, etcétera; hoy esté en manos de un par de empresarios inescrupulosos. Tengo la certeza de que Figueroa y Claro están a años luz de los ideales que motivaron existencial e ideológicamente a Neruda y dudo seriamente que entiendan su obra. Los dueños de Chile vuelven mercancía y apropiación privada hasta las reservas más sensibles del pueblo.
Por otra parte, el estratega de la patronal, Ricardo Claro, naturalmente prefería a Lagos Escobar en la presidencia que a la derecha dura porque, teóricamente, Lagos garantiza la paz social y el consenso aparente en una sociedad de clases de intereses antagónicos y cuyo pueblo, producto de la crisis mundial, comenzará a jugar roles más protagónicos en el futuro inmediato. Lagos representa la ilusión de la democracia; pero probada y materialmente sólo interpreta mejor coyunturalmente los intereses de los grandes inversionistas y la clase propietaria. Ahora, después de los resultados de las municipales, sin embargo, las posibilidades del continuismo concertacionista enfrentan una crisis que podría ser terminal. Lamentablemente, la recomposición de las fuerzas de los trabajadores y el pueblo recién madruga y es altamente probable que la derecha histórica obtenga el Ejecutivo el 2009.
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